En el corazón de la isla de la Cité, la Catedral de Notre-Dame de París siempre ha sido uno de los monumentos más famosos de París. Su construcción gótica, iniciada en 1163 a instancias del obispo Maurice de Sully, se prolongó durante más de dos siglos.
Las autoridades han clasificado este emblemático lugar religioso como Monumento Histórico y Patrimonio Mundial de la UNESCO. Durante siglos, la catedral no siempre gozó del prestigio que tiene hoy. La basílica de Saint-Denis, donde reposaban los reyes de Francia, la catedral de Reims, donde se coronaba a los reyes, y la Sainte-Chapelle, que albergaba el tesoro de la Iglesia, eran los lugares de culto preferidos de los franceses.
Durante la Revolución Francesa, la iglesia fue víctima de numerosos actos vandálicos. Los alborotadores saquearon el monumento y destruyeron todas las estatuas de los portales excepto la de la Virgen. También destruyeron 28 estatuas de los reyes de Judea, antepasados de María, pensando que eran los reyes de Francia.
La Revolución Francesa amenazó de destrucción el santuario y lo convirtió en un almacén de vino. En 1793, los habitantes transformaron el monumento en un lugar de culto ateo apodado “Templo de la Razón”. La Iglesia Católica recuperó el control el 18 de abril de 1802.
Napoleón I eligió la catedral de Notre-Dame de París como lugar de su coronación religiosa como Emperador de Francia, el domingo 2 de diciembre de 1804.
El éxito de la novela de Victor Hugo “El jorobado de Notre-Dame”, publicada en 1831, alertó los parisinos sobre la riqueza de su patrimonio. La restauración general de la iglesia fue confiada a Viollet-le-Duc en 1845.
El 15 de abril de 2019, un misterioso incendio destruyó parcialmente toda la iglesia. Reabrirá al público el domingo 8 de diciembre de 2024, fiesta de la Inmaculada Concepción.